Quizás la ventana más famosa del cine sea “La ventana indiscreta”. Una de las obras maestras del cine en general y de su director Alfred Hitchcock. La película de 1954 sitúa a un reportero gráfico convaleciente y aburrido frente a una ventana donde cree haber sido testigo de un asesinato.
Esa ventana, la del personaje que interpreta James Stewart se convierte en el centro de la historia. Un ventanal que lo entretiene mientras las diferentes vidas se suceden tras otras ventanas.
Además la ventana, es algo más que un espacio escénico, ofrece a Hitchcock la oportunidad de generar planos específicos. La cámara copia la mirada humana. Como consecuencia el espectador se siente en la misma ventana.
Y es que las ventanas son un objeto preciado para observadores de la vida ajena, aficionados o profesionales. Soledades que se ven compensadas con espectáculos externos.
Quizás hoy hemos pasado de las ventanas físicas a las virtuales. Por algo Microsoft llamó a su sistema operativo Windows. Ventanas que se abren y la necesidad de ver.
Otras ventanas de Hitchcock
Aunque en papeles secundarios, las ventanas del cine de Hitchcock dejan su huella también en otros títulos. En “Psicosis” el espectador intuye secuencias en la vida privada el personaje de Norman y su madre en una escena de ventanas.
En “Los pájaros” las ventanas se convierten en espacios de inseguridad. Los pájaros se lanzan sobre los cristales, incluso se lanzan sobre los ojos. Los personajes deben tapiarlas fomentando una atmósfera de terror.
Y en que para Hitchcock las ventanas están ahí, como un elemento de observación, de seguimiento, de inseguridad, de intriga, incluso de anhelo. Ventanas que se abren, que se cierran y que se ocultan.